Argentina, Experiencias

Nevada en Buenos Aires: Recordando la Última ¿Cuándo Habrá Otra?

Lunes 23 de junio de 2025. Desperté con un frío intenso, de esos que te calan en los huesos. Hacía años que no sentía algo así, y menos después de los últimos tres inviernos que, junto a Ale, pasamos lejos de Argentina.

Corrí las cortinas y vi al sol, tímido, apenas asomando como si no se decidiera a salir. No tardó en rendirse ante el panorama helado y húmedo que cubría la ciudad. Las nubes, pesadas y grises, avanzaban como un ejército, borrando cualquier rastro de luz. Intenté acurrucarme en algún rincón de la casa, buscando un refugio cálido que nunca encontré. Mientras deambulaba, resonaba en mi cabeza ese mantra que se convirtió en promesa: “Nunca más un invierno acá”.

Fue entonces cuando revisé el pronóstico del clima y ahí estaba, la posibilidad de una nevada en Buenos Aires. Un déjà vu inevitable me llevó directo a aquel lejano 9 de julio de 2007, cuando fui testigo de algo tan inusual como mágico: la nieve cubriendo Buenos Aires, algo que no sucedía desde hacía casi 90 años. Por su ubicación geográfica, su baja altitud y la humedad ambiental, este tipo de fenómenos son casi imposibles en la capital y la vasta llanura pampeana. Por eso, ver caer nieve en Buenos Aires es, sin exagerar, un acontecimiento extraordinario.

Nevada en Buenos Aires 2007
Escena digna de El Eternauta: nieve en Buenos Aires

Hoy quiero compartir ese recuerdo que sigue tan fresco como aquel día helado. Tuve la suerte de vivirlo en carne propia, cámara en mano, justo aprovechando el feriado del Día de la Independencia.

Aquel 9 de julio amaneció gris, pero nada hacía presagiar lo que vendría. Salí temprano rumbo al centro porteño para tomar un tour que me llevaría a una estancia, unos 100 kilómetros al oeste por la ruta 8. El plan era simple: un día de campo, almuerzo, merienda y vuelta al atardecer.

Mientras el micro avanzaba, noté cómo el cielo se iba transformando. El tenue sol de invierno fue desapareciendo, tragado por una muralla de nubes grises que avanzaban desde el sur. Cada kilómetro recorrido reforzaba esa atmósfera de algo por suceder, como si la propia naturaleza nos susurrara al oído: prepárense.

Al llegar a la estancia, el paisaje ya estaba dominado por el gris. El frío se intensificó y los primeros cristales de agua helada comenzaron a caer, empujados por el viento. Los anfitriones intentaron darnos la bienvenida con unas empanadas criollas, pero el clima terminó por convencernos de que lo mejor era continuar el programa bajo techo, dentro del edificio colonial de la estancia.

En el campo la nevada fue intensa

Entre bailes típicos y charlas, la verdadera función se desarrollaba afuera. Desde las ventanas, observábamos cómo el verde de los árboles y los pastos se iba cubriendo de un blanco inesperado. No era una simple helada; los copos no solo se mantenían, sino que se acumulaban, transformando el paisaje en una postal invernal. Yo, que había visto mil heladas en mi vida, sabía que esto era distinto. No era escarcha; era nieve.

Las horas pasaron. Los pequeños copos se hicieron grandes y pesados, cayendo con más fuerza, bailando con el viento como en las películas de Hollywood. Mirábamos asombrados: ¡estaba nevando en Buenos Aires! La algarabía hizo eco en el lugar.

Sin saberlo, ese tour nos había regalado un espectáculo irrepetible: una intensa nevada en las pampas. Casi 90 años habían pasado desde la última vez, y quizá —me dije— pasaría toda una vida sin volver a verlo. Recordé entonces cuando, de chico, vi el paso del cometa Halley. Saber que podría presenciarlo nuevamente sería un milagro; lo de ese día, otro.

Así se vivió la nevada a 100km de Buenos Aires en 2007

La frutilla del postre llegó al regresar al centro porteño. La Avenida 9 de Julio, el Obelisco, todo estaba cubierto de nieve. Parecía un escenario sacado de una película navideña, de esas que imaginamos lejanas, imposibles aquí. La gente se lanzaba bolas de nieve, otros simplemente contemplaban el espectáculo, todos compartíamos el asombro. Fue un verdadero cuento de invierno.

Hoy, con el frío calándome hasta el alma y esa nevada improbable en el pronóstico, me aferro a la esperanza de volver a vivir algo así. Puede que no se repita, pero… ¿Quién dice que los milagros no se repiten?

Y tu ¿Viviste algún evento extraordinario de la naturaleza alguna vez? ¡Déjanos tu comentario debajo!

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.