Experiencias

Casi morimos en una autopista española

Les voy a relatar una historia real, que ocurrió durante nuestro viaje por España a mediados de 2022. Este suceso nos dejó pensando en lo poco que estiman la vida algunas empresas que sólo piensan en ganar dinero, trabajar a reglamento y sin que les importe el riesgo al que exponen vidas humanas.

Estoy escribiendo estas líneas porque tuve la suerte de salir vivo de una tragedia y para que tomemos conciencia de estos hechos que tienen que hacer saltar las alarmas para que el sistema cambie de una vez por todas. Sin más, nuestra trágica historia.

Nuestra experiencia de peli de suspenso alquilando un auto en España.
Nuestra experiencia de peli de suspenso alquilando un auto en España.

Planificando un recorrido por Andalucía

Era principios de junio de 2022 y estábamos en las costas del Mediterráneo, en un poblado al sur de España llamado Vera. Estábamos cuidando una casa y un perro dentro de un complejo en un country-golf (emprendimientos muy comunes en esa zona, por cierto).  

Todo iba súper bien, siendo nuestra primera experiencia en este tipo de intercambios, donde dejan la casa y las mascotas a tu cuidado por un tiempo determinado (house sitting). En nuestro caso el acuerdo había sido por 15 días. 

Nos acercabamos a la fecha de partida, y teníamos que completar un bache de 4 días hasta que comenzara nuestro siguiente house sitting en Granada. Queríamos conocer Sevilla, Cádiz y Ronda. Para eso, planeamos salir desde Granada y volver al mismo punto.

Teniendo todos los alojamientos contratados para esos pocos días, sólo nos faltaba resolver la movilidad. Evaluamos continuar con Bla Bla Car, que hasta ese momento nos había resultado cómodo y con buenos precios, pero con el itinerario tan apretado y horarios de viaje entre destinos muy inflexibles, lo descartamos porque necesitábamos mayor autonomía.

Habíamos explorado otras apps con la intención de reducir lo que pudiéramos el presupuesto. En Amovens y Getaround llegamos a intercambiar algunos mensajes con dueños directos de autos que estaban disponibles para alquiler. Pero a la hora de pagar, ninguna de estas app europeas aceptaba nuestras tarjetas de Argentina por no tener un protocolo de seguridad 3DSecure, que consiste básicamente en aprobar los pagos por doble factor a través de un mensaje o token.

Con la fecha de viaje cada vez más cerca, decidimos probar con las empresas de alquiler tradicionales sabiendo que íbamos a pagar mucho más. No teníamos muchas opciones (al menos en ese momento). Abríamos páginas a lo loco y rellenábamos formularios de mil formas posibles tratando de forzar la lógica de búsqueda para hackear el mejor descuento. Nada.

Premio a la persistencia 

Pasaron uno o dos días en los que estuvimos frenéticamente combinando nuestro trabajo con búsquedas de auto, hasta que ví en Avis una van o furgo (utilitario) muy barata con una rotulación de la empresa que cubría todo el costado del auto. Resulta que algunas empresas de alquiler de autos ofrecen precios más bajos a cambio de pasear el utilitario con su rotulación por todos lados. La van era larguísima, por lo que luego de discutirlo un buen rato, decidimos que no se adecuaba a nuestras necesidades para poder maniobrar en espacios de ciudades pequeñas. Nos imaginábamos que “eso” no podría circular por las estrechas calles de Ronda, por ejemplo.

Al rato, Ale me chistó y me dijo que mire el link que me pasó de un alquiler en Hertz. Abrí la página y era una furgoneta Peugeot Partner de 2 plazas con un depósito de carga cerrado. Al costado de la furgo había un rótulo gigante de Hertz que poco nos importaba. Al depósito se accedía por 2 puertas traseras, y en él podíamos hasta descansar si queríamos. El precio: 87 Euros los cuatro días. Una ganga frente a las opciones de ese momento.

Sin pensarlo demasiado por la falta de alternativas y por tener la fecha de partida encima, decidimos cerrar el trato y reservamos la furgo. Estábamos más que contentos por la oportunidad que aprovechamos, a pesar de que al ser de 2 plazas la comodidad no iba a ser la mejor. Pero eran sólo 4 días, soportable para nuestros cuerpos sedentarios con oxidada flexibilidad.

Granada, allá vamos

Con todo el circuito de viaje planeado, estábamos ansiosos por ir a la agencia a retirar la furgo y partir rumbo a nuestro primer destino: Sevilla. Hicimos una combinación con 2 Bla Bla Car desde Vera, cambiando de coche en Almería. Todo sincronizado al detalle.

Mientras hacíamos la ruta desde Almería a Granada, recordábamos con nostalgia el viaje que habíamos hecho 10 años atrás por el mismo camino pero en sentido inverso. En ese viaje habíamos alquilado justamente un auto por medio de la misma empresa, y con ese recorrimos 2.500 kilómetros en 14 días por media España. Un viaje de ensueño y sin malos tragos.

Llegamos a Granada. Mirábamos maravillados el paisaje y la ciudad donde habíamos estado paseando hacía tanto tiempo. Recordábamos nuestra excursión por La Alhambra y sus alrededores. Era emocionante pensar que en pocos días estaríamos de nuevo recorriendo esa maravilla.

Salimos de la autopista y la conductora nos dejó en el centro comercial Neptuno. Un calor sofocante nos dió la bienvenida. Fue un augurio de los soleados días que nos esperaban por allí. En la esquina del Neptuno tomamos el metro hacia la estación de Renfe de Granada donde estaba la oficina de Hertz.

Llegamos a la oficina, donde nos esperaba una empleada. Era sábado y tanto la estación como la tienda de alquiler de autos estaban desiertos. Parecía que éramos los únicos clientes de ese día. Eran las 12 hs. y la oficina cerraba a las 14 hs. Hasta el lunes siguiente estaría cerrada. Este es un detalle no menor por lo que relataré más adelante

Hicimos los trámites correspondientes y nos dispusimos a tomar el vehículo. Nos marcaron los puntos estéticos, como rayaduras y alguna rotura menor que no influían en nada para su normal uso. Recuerdo que el depósito trasero estaba bastante sucio, pero no dijimos nada ya que sólo lo usaríamos para transportar nuestras mochilas. Logramos acomodarlas en un lugar decente y estábamos listos para comenzar nuestra próxima aventura.

Lo barato sale caro

Arrancamos. Salimos de esa tempestad de calles y recodos hasta alcanzar la autopista que nos llevaba en dirección a Sevilla. La furgoneta era diesel, manual y con cambios cortos, a los que no estaba acostumbrado. Al llegar a la autopista, todo sería más fácil ya que no necesitaba estar al tanto de subas y rebajes como en la ciudad.

Estando ya en la autopista, nos relajamos y disfrutamos el viaje, anticipándonos a unos pocos días de ocio y disfrute en ciudades que desconocíamos. Descubrimos que el tablero tenía una radio. La encendimos y funcionaba. Ale buscó en el dial y encontró una estación con temas movidos. La furgoneta iba bien, trataba de no exigirla demasiado porque ya pasando 100 kilómetros por hora se notaba que le costaba. Así que me ubiqué en uno de los carriles lentos, regulando la velocidad para ir tranquilos mientras los autos nos pasaban por la vía rápida. A esa velocidad llegaríamos a las 6 o 7 de la tarde a Sevilla. Nada mal.

Recuerdo que veníamos charlando de lo que íbamos a hacer en cada lugar, ansiosos por llegar a esos destinos por explorar. Todo era un plan tras otro. La música sonaba fuerte y Ale cantaba. En eso ponen “Despacito” y la furgoneta se transformó en una discoteca. “Pasito a pasito, suave, suavecito…”. Ale bailaba, ambos cantábamos y movíamos las cabezas al ritmo de la música. Todo era felicidad.

En medio de tanto festejo, comenzamos una pendiente ascendente y noté que a la furgo le costaba subir, por lo que aceleré un poco para que no perdiera fuerza. Le costó subir esa pendiente leve, pero lo logró. Luego comenzamos a bajar levemente y tomó cada vez más velocidad, así que quité el pie del acelerador para ir regulando con el freno.

En ese momento, noté que el freno no me respondía bien y seguidamente escuché un ruido extraño que venía del motor. Algo andaba mal pero no lograba discernir qué. El freno dejó de responder y el vehículo comenzó a acelerarse a fondo. Con la música a pleno, miré por el espejo retrovisor y vi que detrás comenzaba a salir un espeso humo blanco. No podía entender qué estaba pasando.

Ale me miró extrañada y preguntó qué pasaba. Todo sucedía en el mismo momento y yo sin entender qué carajo pasaba, comencé a gritarle que no podía controlar el vehículo. La furgo estaba poseída. El freno no funcionaba, el acelerador estaba a tope sin control y el humo denso detrás que ya no dejaba ver nada. ¿Teníamos auto detrás? ¿Podrían esquivarnos? Nada en la autopista se veía, todo era humo blanco.

Desafiando a la muerte

Yo trataba de pisar el embrague y bajar algún cambio para frenar mientras le gritaba a Ale con desesperación que no podía dominar el vehículo. Ale me pedía calma y que no me saliera de la ruta, porque a esa velocidad era una muerte segura.

Miraba cada tanto por el espejo retrovisor y la escena era de una película de catástrofe. El auto hacía cada vez más ruido porque estaba acelerado a tope mientras yo mantenía el pie sobre el embrague para que no traccione y acelere. Estábamos agitados, el ritmo cardíaco acelerado, los músculos tensos y la adrenalina a tope. Hubiéramos averiado cualquier máquina que midiese pulsaciones. Pensé en la muerte.

Estábamos entregados a la buena de quién sabe, porque en esos casos no hay mucho por hacer, más que mantener la calma (algo muy difícil en situaciones de este estilo), no hacer cosas gobernados por la desesperación, y apostar a la suerte. Más allá de la pericia que tuvimos para conducir durante esa terrible situación, la suerte de que no hubiera ningún otro vehículo delante ni detrás en ese momento marcó nuestro destino.

Pasaron unos segundos, y en un momento entre griteríos desesperados, el vehículo se apagó. Miré a Ale que enseguida me suplica: “¡Ni se te ocurra sacar las llaves!”. Es que en un momento de lucidez pensó que yo en la desesperación podría haberlo hecho y eso sentenciaba una muerte segura, ya que al quitar la llaves del tambor el volante podría trabarse y hubiéramos perdido el control del vehículo sin poder hacer nada.

Miré hacia adelante y me aferré al volante para divisar algún descampado en la banquina. El vehículo poco a poco iba perdiendo velocidad y tal vez tendríamos alguna chance de salir vivos de esa pesadilla. El humo seguía blanco y espeso. No podía dejar de pensar en los autos que hipotéticamente venían detrás y en que podríamos haber provocado un accidente sin quererlo. Logré encender las luces intermitentes, aunque para ese momento era un poco tarde.

“¡Ahí!”. Dispara Ale señalando un espacio en la banquina. La verdad que no era un buen lugar para estacionar pero yo no iba a estar pensando en seguir un minuto más dentro de ese infierno. Ale miró hacia atrás para ver si había fuego en la cajuela. No sabíamos cuánto tiempo tendríamos para escapar

Ale comenzó a hurgar debajo de los asientos y huecos de la cabina buscando el matafuegos reglamentario. Nada. Estos hijos de puta con suerte nos habían dado cinturones de seguridad. Presentíamos que nuestras pertenencias estaban en llamas.

La velocidad ya era menor y tiré la furgoneta hacia la banquina. Apenas pude, comencé a manipular el freno de mano para parar el vehículo de una buena vez. El humo seguía saliendo pero con menos intensidad. Comenzaba a aclararse la visión en la ruta.

Frenamos por fin. Ale abrió la puerta y salió corriendo hacia adelante por la banquina. Nunca la había visto tan desesperada por abandonarme, salvo en la medina de Marrakech (esa es otra historia). Yo salí, pero me fui como una flecha hacia la parte trasera para evaluar la situación y los posibles daños por el fuego. Cometí una locura que podría haberme salido cara. Y lo que no escuché en ese momento es que Ale me estaba gritando “Corre lejos que tu vida es más valiosa que un par de mochilas, y esto puede incendiarse o explotar”. Yo pensaba que en esas mochilas estaban nuestras herramientas de trabajo y no que el fuego podría cobrarse mi vida.

Recorrí el costado del auto con la mirada y para mi sorpresa no había fuego, al menos en el exterior. El humo a esa altura era ínfimo, así que logré abrir con desesperación la cajuela para descubrir que las mochilas y los bolsos estaban intactos. El vehículo no me daba confianza pero me jugué a sacar todo, y con suma rapidez lo fui depositando en la banquina. Acto seguido, le pedí a Ale que me ayudara porque solo no podía en ese momento de desesperación.

Ale, aún en estado de shock, me miró con incredulidad y soltó algún insulto por haberme arriesgado a salvar nuestras pertenencias. Se acercó y pudimos sacar todo mientras la furgo daba sus últimos respiros, moribunda. Intentamos encontrar un matafuegos, chalecos reflectantes y objetos como balizas para dejar detrás del auto en la ruta, pero nada de eso parecía ser parte del plan de Hertz para este coche de alquiler.

Ya un poco alejados y calmados, volvimos a inspeccionar la furgo con la mirada, y descubrimos que no había ninguna señal de incendio. ¿Qué carajo le había ocurrido?

Casi nos arruina nuestros unicos cuatro días de placer pleno.
Casi nos arruina nuestros únicos cuatro días de placer pleno.

Un final amargo

Al rato pasó una patrulla de la Guardia Civil, que tal vez alertada por otro conductor, llegó a la escena del hecho. Se bajaron dos de la guardia civil que nos preguntaron qué pasó y nos hicieron compañía hasta que nos comunicáramos con el servicio de auxilio mecánico. Les comentamos la negligencia de la empresa y que estuvimos al borde de la muerte. No tomaron ninguna denuncia y se fueron sin mayor preocupación, dejándonos a un costado de la autovía sin medidas de seguridad. Así parece actuar la autoridad en España, o al menos en nuestra experiencia. Si eres español, cuéntanos debajo si lo que nos pasó ¿es normal o sólo porque éramos extranjeros?

Antes de llamar a la grúa, intentamos llamar a la oficina de Hertz en Granada donde habíamos alquilado el vehículo hacía unas pocas horas. Por supuesto, al estar cerrada hasta el lunes siguiente no obtuvimos respuesta alguna. Sólo había un email en el contrato, al que escribimos pero no obtuvimos respuesta. No sé cómo Ale encontró un teléfono de una central de Hertz a la que llamó y nos pasaron el teléfono de un auxilio mecánico que opera con ellos.

La grúa, por su parte, es un servicio tercerizado que responde con lentitud. Pasaron unas 3 horas desde el incidente hasta que apareció y revisó la furgo. Luego de varios minutos de revisión, el dictamen pericia del mecánico hizo que se nos erizara la piel: por falta de mantenimiento se había roto una junta en el carburador que hizo que el coche vertiera líquido, provocando humo y pérdida de control de acelerador y frenos. Una terrible negligencia por parte de Hertz.

Como no podíamos continuar, la grúa nos llevó hasta Málaga (unos 100 kilómetros) a buscar otro coche al aeropuerto, ya que a Granada no podía volver porque la maldita oficina estaba cerrada. Después de arduas discusiones con el personal de Hertz de Málaga, nos dieron un coche normal (nada de furgonetas y esas mierdas) y a las 12 de la noche llegamos vivos a Sevilla. Afortunadamente nada de esto impidió que disfrutáramos de paisajes y experiencias bellísimas en estos tres destinos que visitaríamos.

Luego de nuestro paseo de cuatro días, devolvimos el auto en la oficina de Hertz de Granada, no sin antes discutir arduamente con el empleado de turno que nos negó todo tipo de responsabilidad sobre el hecho, y aseguró que ellos realizan 14 puntos de control antes de alquilar un coche. ¡¿Nada más que 14 puntos?! Tenemos varios años de conducción de vehículos y nuestro auto en Argentina recibe un control de 36 puntos, teniendo en cuenta que es para uso privado. Un coche de alquiler debería contar con mayor cantidad de controles. Todo eso nos puso al borde de la violencia. ¡No ven que casi nos matamos! 

Nos marchamos con amenazas de denuncias que nunca cumplimos. Un poco por falta de tiempo y otro poco porque nos dimos cuenta que en España, como en el resto de Iberoamérica en general, los trámites son tan burocráticos que desalientan cualquier inversión de tiempo y no tienen el efecto de justicia que uno esperaría. ¿Acaso hay que esperar una muerte para que se dignen a reconocer las falencias de este sistema?   

¿Qué aprendimos de esta tragedia?

  1. Nunca alquiles en Hertz. Igual no creo que las demás empresas de alquiler sean mejores. Nadie te garantiza nada.
  2. Nunca alquiles una furgo o van que usa la empresa (las rotuladas) por ser más baratas. En general las maltratan más porque suelen utilizarlas para mudanzas o para envíos a domicilio.
  3. Nunca alquiles en oficinas que estarán cerradas cuando tú las necesites.
  4. Asegúrate de contar con un contacto para emergencias que te faciliten al momento de retirar el vehículo de la oficina. No te vayas de la oficina sin eso.
  5. Verifica que el vehículo tenga todos los implementos de seguridad reglamentarios y que funcionen correctamente: cinturones, matafuegos, balizas, chalecos refractarios, kit de primeros auxilios.
  6. En caso de emergencia o un imprevisto en el cual no tiene muy claro qué está ocurriendo, corre por tu vida a un lugar seguro. Nunca priorices tus pertenencias.

 Y tú, ¿Qué piensas sobre este episodio? ¿Tienes alguna historia similar para contarnos?

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